Jesús
enseña sobre el divorcio
(Marcos capítulos 10, 11 y 12)
10 Levantándose
de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el
pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía.
2 Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era
lícito al marido repudiar a su mujer.
3 El, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
4 Ellos dijeron: Moisés
permitió dar carta de divorcio, y repudiarla.
5 Y respondiendo Jesús, les dijo: Por
la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento;
6 pero al principio de la creación, varón y
hembra los hizo Dios.
7 Por esto dejará el hombre a su padre y a
su madre, y se unirá a su mujer,
8 y los dos serán una sola carne; así que
no son ya más dos, sino uno.
9 Por tanto, lo que Dios juntó, no lo
separe el hombre.
10 En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo,
11 y les dijo:
Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra
ella;
12 y si la mujer repudia a su marido y se
casa con otro, comete adulterio.
Jesús
bendice a los niños
13 Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían
a los que los presentaban.
14 Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo
impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
15 De
cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará
en él.
16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las
manos sobre ellos, los bendecía.
El
joven rico
17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la
rodilla delante de él, le preguntó: Maestro
bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18 Jesús le dijo: ¿Por
qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
19 Los mandamientos sabes: No
adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso
testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde
mi juventud.
21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta:
anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres,
...y tendrás tesoro en el
cielo;
y ven, sígueme, tomando tu cruz.
22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas
posesiones.
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán
difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos,
¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las
riquezas!
25 Más fácil es pasar un camello por el ojo
de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para
los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son
posibles para Dios.
28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado
todo, y te hemos seguido.
29 Respondió Jesús y dijo: De
cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas,
o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
30 que no reciba cien veces más ahora en
este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con
persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
31 Pero muchos primeros serán postreros, y
los postreros, primeros.
Nuevamente
Jesús anuncia su muerte
32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se
asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce
aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
33 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo
del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le
condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles;
34 y le escarnecerán, le azotarán, y
escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.
Petición
de Santiago y de Juan
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo
que pidiéremos.
36 El les dijo: ¿Qué
queréis que os haga?
37 Ellos le dijeron: Concédenos
que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
38 Entonces Jesús les dijo: No
sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con
el bautismo con que yo soy bautizado?
39 Ellos dijeron:
Podemos. Jesús les dijo: A
la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy
bautizado, seréis bautizados;
40 pero el sentaros a mi derecha y a mi
izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.
41 Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra
Juan.
42 Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis
que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas,
y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
43 Pero no será así entre
vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor,
44 y el que de vosotros quiera ser el
primero, será siervo de todos.
45 Porque
el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su
vida en rescate por muchos.
El
ciego Bartimeo recibe la vista
46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y
una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al
camino mendigando.
47 Y oyendo que era Jesús
nazareno, comenzó a dar voces y a decir:
¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
50 El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué
quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro,
que recobre la vista.
52 Y Jesús
le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
La
entrada triunfal en Jerusalén
Marcos capítulo 11
11 Cuando se acercaban a Jerusalén, junto
a Betfagé y
a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió
dos de sus discípulos,
2 y les dijo: Id
a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella,
hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y
traedlo.
3 Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid
que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá.
4 Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del
camino, y lo desataron.
5 Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el
pollino?
6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.
7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó
sobre él.
8 También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas
de los árboles, y las tendían por el camino.
9 Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
10 ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las
alturas!
11 Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor
todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
Maldición de la higuera estéril
12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
13 Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez
hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no
era tiempo de higos.
14 Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti.
Y lo oyeron sus discípulos.
v
Purificación del templo
15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a
echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de
los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
16 y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno.
17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de
oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de
ladrones.
18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo
matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de
su doctrina.
19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.
La higuera maldecida se seca
20 Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las
raíces.
21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que
maldijiste se ha secado.
22 Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.
23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate
y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo
que dice, lo que diga le será hecho.
24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo
recibiréis, y os vendrá.
25 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que
también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras
ofensas.
26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los
cielos os perdonará vuestras ofensas.
La autoridad de Jesús
27 Volvieron entonces a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a
él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio
autoridad para hacer estas cosas?
29 Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré yo también una pregunta;
respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas.
30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme.
31 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo,
dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
32 ¿Y si decimos, de los hombres...? Pero temían al pueblo, pues todos tenían
a Juan como un verdadero profeta.
33 Así que, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces
respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas
cosas.
Los
labradores malvados
Marcos capítulo 12
12 Entonces comenzó Jesús a decirles por parábolas: Un hombre plantó una viña, la cercó de vallado, cavó un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos.
2 Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que recibiese de éstos del fruto de la viña.
3 Mas ellos, tomándole,
le golpearon, y le enviaron con las manos
vacías.
4 Volvió a enviarles otro siervo; pero apedreándole, le
hirieron en la cabeza, y también le enviaron afrentado.
5 Volvió a enviar otro, y a éste mataron; y a otros muchos, golpeando a unos y matando a otros.
6 Por último, teniendo aún un hijo suyo,
amado, lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
7 Mas aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero; venid,
matémosle, y la heredad será nuestra.
8 Y tomándole, le mataron, y le echaron
fuera de la viña.
9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a los labradores,
y dará su viña a otros.
10 ¿Ni aun esta escritura habéis leído:
La
piedra que desecharon los edificadores
Ha venido a ser cabeza del ángulo;
11 El
Señor ha hecho esto,
Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?
12 Y procuraban prenderle, porque entendían que decía contra ellos aquella
parábola; pero
temían a la multitud, y dejándole, se fueron.
La
cuestión del tributo
13 Y le enviaron algunos de los fariseos
y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra.
14 Viniendo ellos, le dijeron: Maestro,
sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la
apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es
lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?
15 Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda
para que la vea.
16 Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la
inscripción? Ellos le dijeron: De
César.
17 Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo
que es de Dios. Y se maravillaron de él.
La
pregunta sobre la resurrección
18 Entonces vinieron a él los
saduceos, que dicen que no hay
resurrección, y le preguntaron, diciendo:
19 Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muriere y dejare esposa,
pero no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a
su hermano.
20 Hubo siete hermanos; el primero tomó
esposa, y murió sin dejar descendencia.
21 Y el segundo se casó con ella, y murió,
y tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.
22 Y así los siete, y no dejaron
descendencia; y después de todos murió también la mujer.
23 En la resurrección, pues, cuando
resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por
mujer?
24 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No
erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios?
25 Porque cuando resuciten de los muertos,
...ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están
en los cielos.
26 Pero respecto a que los muertos
resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la
zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob?
27 Dios no es Dios de muertos, sino Dios de
vivos; así que vosotros mucho erráis.
El
gran mandamiento
28 Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía
que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Jesús le respondió: El
primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
30 Y
amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu
mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No
hay otro mandamiento mayor que éstos.
32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de
él;
33 y el amarle con todo el corazón, con
todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al
prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
¿De
quién es hijo el Cristo?
35 Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo
dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
36 Porque el mismo David dijo por el
Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi
Señor:
Siéntate
a mi diestra,
Hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies.
37 David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues,
es su hijo? Y gran multitud del pueblo le
oía de buena gana.
Jesús
acusa a los escribas
38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman
las salutaciones en las plazas,
39 y las primeras sillas en las sinagogas, y
los primeros asientos en las cenas;
40 que devoran las casas de las viudas, y
por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
La
ofrenda de la viuda
41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en
el arca; y muchos ricos echaban mucho.
42 Y vino una viuda pobre, y echó dos
blancas, o sea un cuadrante.
43 Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre
echó más que todos los que han echado en el arca;
44 porque
todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que
tenía, todo su sustento.